lunes, 8 de septiembre de 2008



Me hubiese bastado con tan poco. Tan solo un gesto, una mirada, una llamada, un simple murmullo. Y me hubiese quedado rendida. Sin embargo el adiós fue inevitable. En tus ojos seguía el brillo radiante, pero ya no había encuentros inolvidables. Tampoco ese espacio que inventaste, cuando rendido decías adorarme.

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